Una leyenda llamada Bibendum – La popular mascota neumática de la empresa Michelín

 

[Cultura – Arte publicitario] 

 

En 1898, el dibujante Marius Rossillon (que firmaba con el pseudónimo O’Galop) diseñó el primer cartel en el que aparecía, Bibendum, la popular mascota neumática de la empresa Michelín. Desde muy pronto, este personaje se convirtió en un icono de la cultura contemporánea que ha sido utilizado por numerosos artistas y escritores, desde Salvador Dalí a Adolf Hoffmeister, pasando por Ramón Gómez de la Serna o Ilia Ehrenburg. La mascota de Michelín se ha ido transformando a lo largo de sus más de 100 años de existencia, tanto en sus aspectos plásticos como en su perfil psicológico.

Una transformación que además de reflejar la evolución del arte publicitario a lo largo del siglo XX, nos habla de los cambios de valores que ha experimentado el mundo occidental. Así, en sus inicios, Bibendum era un personaje irreverente, pendenciero y galante (lo que encajaba con una actitud propagandística agresiva), mientras en la actualidad es una figura bonachona, amable y solidaria (más acorde a la cultura de lo políticamente correcto). 

 

Una leyenda llamada Bibendum

Nadie creía a fines del siglo XIX que las ruedas de los autos no estarían compuestas más que de un trozo de madera protegida por metal para los golpes. Por ese entonces, los hermanos André y Edouard Michelin tenían en mente adaptar la idea de Dunlop de poner un tubo de caucho a unas ruedas de automóvil.

Luego de probar con coches tirados por caballos, se inscribieron en la competición París-Bourdeos-París de 1895. El L’Eclair, era el único auto de la carrera que tenía los hoy conocidos neumáticos, pero también fue el último en cubrir los 1200 kilómetros de distancia por las innumerables pinchaduras de su novedoso invento. Muchos pensaban que ese era el fin de la locura, pero ocurrió todo lo contrario: a inicios del siglo XX, todos los coches en Francia calzaban llantas. La marca Michelin se hacía famosa en Europa, y luego en el mundo entero.

Pero uno de los distintivos de la marca francesa es, sin duda, su símbolo. Ese muñeco llamado Bibendum es el personaje publicitario más famoso del mundo automotriz. Muchos saben que es, todos lo hemos visto siquiera de reojo en algún taller, pero pocos sabemos realmente qué es. Ese conjunto de tiras de caucho de forma humana tiene una riquísima historia y un curioso origen.

Corría 1894 y se celebraba la Exposición Universal de Lyon. En el stand de Michelin, los operarios habían colocado una pila de neumáticos de diversos tamaños para mostrar al público asistente la variedad de productos que ofrecían. Los hermanos Michelin miran la figura y Edouard se dirigió a André y le dijo: «Si tuviera brazos parecería un hombre». Ésta parecería una escena sin importancia si no fuera por lo acontecido años depués.

En 1897, Michelin buscaba una estrategia publicitaria para sus neumáticos. Marius Rossillon, con el seudónimo de O’Galop, había mostrado una imagen que hacía recordar al rey Gambrino, al que se le atribuye la invención de la cerveza, alzando un vaso de licor exclamando «Nunc est bibendum» (en español, «Ahora es el momento de beber»). André casi de inmediato le dijo lo que su hermano en la exposición de Lyon tres años atrás y le propone al publicista cambiar de imagen. Al año siguiente, O’Galop entrega el primer afiche publicitario con el lema «Nunc est bibendum… Le pneu Michelin Boit L’Obstacle» («Ahora es el momento de beber… el neumático Michelin se traga el obstáculo»). La última parte del slogan, fue una frase dicha por el mismo André durante una conferencia del Colegio de Ingenieros Civiles en París en febrero de 1893, donde defendía las virtudes del neumático.

La publicidad tuvo mucho éxito. Ese muñeco, que en ese momento no tenía nombre, fue bien asociado a la marca de Barbier et Daubrée. En cierta carrera vieron a André Michelin participando y le gritaron «Aquí está Bibendum«. Desde ese momento, Bibendum fue el nombre del muñeco publicitario de Michelin. Había nacido una leyenda.

 

Bibette y Bébib: su familia

A partir de entonces se le dedicaron revistas, como la Guía Michelin, concursos, juguetes, souvenir, etcétera. Participó en el Tour de France en una moto e incluso pudo ver la tierra desde el espacio desde un lugar privilegiado en una de sus ruedas. Protagonista de cientos de afiches, tuvo diferentes personalidades según el lugar de residencia. Podía vestir un sombrero cowboy así como tomar un mate en la Tierra del Fuego. Podía vestirse de boxeador (1907) así como a un luchador de la Edad Media, pero al mismo tiempo enseñaba a los niños los reglamentos de tránsito en una playa. Siempre burlón, tuvo un espacio de opinión en varias revistas de Michelin. Para colmo, tiene una esposa y un hijo. Así es la vida de Bibendum, una leyenda que ya tiene más de 100 años y permanece tan vigente como siempre.

 

Un mito gráfico desde 1898

BibendumBibendum, la marca y mascota de los neumáticos Michelin, apareció en la escena publicitaria en 1898. La primera imagen de la colosal criatura neumática se difundió a través de una edición de tres mil carteles; algo insólito en la época y que constituyó, sin duda, la primera campaña publicitaria de difusión masiva. Bibendum fue una creación de dos empresarios atípicos, André y Édouard Michelin, en colaboración con el dibujante O’Galop –seudónimo de Marius Rossillon–. Los dos primeros parecían unos seguidores a ultranza –al estilo Phileas Fogg– de la entusiasta apuesta por el futuro de Julio Verne; el tercero era un artista, procedente de la bohemia de Montmartre, al que se le considera un pionero de los dibujos animados y cuyas caricaturas se publicaron en revistas satíricas de gran prestigio como Le rire y L’assiette au beurre.

De la imaginación y del trabajo conjunto de los tres, surgió la imagen de un personaje en un primer momento irreverente, pendenciero y, sin embargo galante que, con el paso del tiempo, modificó la actitud y la expresión hasta llegar al amable y solidario Bibendum actual.

La presencia constante de Bibendum en las calles –en forma tridimensional y en litografía sobre papel o sobre chapa metálica–, su irrupción en los primitivos documentales del cine mudo, así como la participación activa del personaje en las primeras carreras de automóviles y en toda clase de espectáculos –incluidas las ferias y cabalgatas de carnaval de ciudades muy distintas y distantes–, consiguió que pronto sobrepasara su primitiva función publicitaria y se le reconociera como una figura rutilante de la cultura popular moderna.

Así, Bibendum se alineó –en lugar destacado– con otras creaciones de origen comercial como el sonriente e higiénico bebé de los jabones Cadum, con Nipper, el obediente fox-terrier de La Voz de su Amo o con el misterioso hidalgo portugués de las bodegas Sanderman.

No resulta, pues, extraño que la sorprendente criatura neumática de Michelin llegara a ser protagonista de pinturas, esculturas y narraciones de importantes artistas y escritores. También que, aunque de manera casual, Bibendum se identificara con los supuestos del movimiento futurista liderado por Marinetti que –con una fe ciega en los avances científicos y tecnológicos– esperaba con impaciencia la aparición de un hombre nuevo, inmortal, cuyas heridas podrían recauchutarse al igual que las roturas de los neumáticos. Se puede decir que Bibendum formó parte del “espíritu moderno” que animó la vida de muchas ciudades durante las tres primeras décadas del siglo XX, cuando, según Fernand Léger, el cartel sustituyó al calendario de la pared y, en palabras del cartelista Cassandre, la Torre Eiffel se iluminó desde el suelo hasta la bandera, los altavoces de los barrios bramaron y los escaparates llamearon como las mejores escenas de music-hall.

Bibendum constituyó, en definitiva, una novedad gráfica –tal vez la más impactante– que, tanto por el tratamiento formal como por los componentes humorísticos que le caracterizaron desde sus inicios –y no se debe olvidar la inteligente difusión del personaje que desarrolló su empresa propietaria–, tuvo una aceptación inmediata por todo tipo de público.

De ese modo, Bibendum llegó a ser un buen compañero de viaje en el camino hacia las utopías que emprendieron los artistas y escritores de vanguardia; también fue un elemento clave de la naciente publicidad y, asimismo, se le reconoció como un símbolo de la modernidad que anunciaba el siglo XX, en el que parecía que, por fin, la mayoría de ciudadanos –sin excepción– iba a disfrutar por igual del progreso social y de los avances tecnológicos.

Sin embargo, la realidad fue muy compleja, y Bibendum no estuvo al margen en aquella Europa que, tras una primera contienda mundial, vivió, durante más de dos décadas, una felicidad ficticia que intentó enmascarar una crisis de civilización, caracterizada por la pujanza de la lucha de clases, el fortalecimiento de los movimientos nacionales, el impacto de la revolución soviética y los movimientos involutivos que llevaron al poder a temibles dictadores. Y, en consecuencia, tampoco quedó al margen de las propuestas plásticas que marcaron el arte desde finales del siglo XIX. En efecto, iniciada su andadura en el art-nouveau –bajo la tutela gráfica de Jules Chéret, Tolouse-Lautrec y Pierre Bonnard que habían determinado sobremanera la obra de O’Galop–, Bibendum evolucionó por las vías relacionadas con los tratamientos característicos del art-decó, experimentó las manipulaciones tipo-fotográficas del arte publicitario de vanguardia y, asimismo, conoció los colores planos y los difuminados a aerógrafo del influyente cartelismo francés de los años veinte y treinta.

Tras la Segunda Guerra Mundial, el diseño gráfico, muy forzado por las exigencias del mercado, se distanció de los idearios que habían sustentado el arte moderno y se entregó al entramado del comercio que establecía las reglas en el mundo publicitario.

No obstante, es necesario señalar, que la evolución de Bibendum, en esos años, estuvo alejada de esas imposiciones estéticas.

Siempre bajo la supervisión de su empresa –que contaba con un estudio gráfico propio–, la mascota neumática mantuvo un desarrollo, acorde con el paso del tiempo, y siguió presentando las características esenciales que le han singularizado, aún en la actualidad, en el universo publicitario.

 

 

 

Fuente:
Sala Municipal de Exposiciones del Museo de la Pasión, Valladolid (España)

La Sala Municipal de Exposiciones del Museo dela Pasión de Valladolid organizó, en septiembre de 2005, la exposición ‘Nunc est Bibendum’ a partir de las obras de O’Galop, Roger Broders, René Vincent, Georges Bourdin, A. Renault, Albert Philibert, Fabien Fabiano –seudónimo de Marie Jules Coup de Frejac–, Francisque Poulbot, Stanley-Charles Roowles y Raymond Savignac, entre otros artistas. Sus comisarios fueron: Carlos Pérez y Juan de San Román.

 

 

Página de origen de la imagen principal:
bandentrend.nl
Fotografía cedida por la Fundación Municipal de Cultura, Valladolid (España)

 

 

 

2 – 19-06-2017
1 – 15-09-2005