El «destape» en el cine español – ‘Los años desnudos’, película de la época y...
[Cultura – Cine]
Por María Donapetry
Han pasado unos treinta años o más desde que se dio el fenómeno del cine del “destape”; ese cine que apareció con la recién estrenada democracia española y que jugaba a aprovecharse del fin de la censura para desnudar a mujeres en pantalla como si hacerlo fuera el epítome de una actitud liberal y democrática. Y triunfó con la legitimidad que les daba el sistema a quienes lo hicieron y a quienes fueron a ver las películas. Nada nuevo en esto.
Lo curioso es que apareció una película, Los años desnudos (Dunia Ayaso y Félix Sabroso, 2008), que le da un buen repaso a la época y costumbres de ese cine desde el punto de vista de las que se desnudaron en pantalla. Les pregunté a los directores y guionistas que por qué habían hecho esta película sobre el “destape” en 2008 y me respondieron que, entre otras cosas, porque el machismo genera víctimas semanalmente. Deduzco que hay una asociación de machismos, el de entonces y el de ahora, que la película quiere poner en evidencia. Y lo hace.
La primera escena empieza con una de las actrices (Candela Peña) asistiendo a un casting en el que le piden que se desnude. A pesar de su perplejidad ante la petición, se desnuda a la vez que recita unas cuantas líneas del final de la obra de teatro Doña Rosita la soltera de García Lorca:
¿Y qué os voy a decir? Hay cosas que no se pueden decir porque no hay palabras para decirlas; y si las hubiera, nadie entendería su significado. Me entendéis si pido pan y agua y hasta un beso, pero nunca me podríais ni entender ni quitar esta mano oscura que no sé si me hiela o me abrasa el corazón cada vez que me quedo sola. … Sería el cuento de nunca acabar. Yo sé que los ojos los tendré siempre jóvenes, y sé que la espalda se me irá curvando cada día. Después de todo, lo que me ha pasado le ha pasado a mil mujeres… No me agrada que me miréis así. Me molestan esas miradas de perros fieles. Esas miradas de lástima que me perturban y me indignan.
La actriz está intentando desesperadamente conseguir un papel, demostrar que es capaz de actuar y pagar un precio inesperado e incongruente en su mente (desnudarse en frío ante quienes tienen el poder de decisión). Los espectadores, y aún más las espectadoras, participamos de su desconcierto completamente porque estamos siendo testigos de algo que sabemos que no tiene motivo ni justificación más allá de la satisfacción de la libido de unos machos desatados. En cuanto a lo que la actriz recita, aunque para ella misma sea pura actuación, no se nos puede escapar lo que dice y recordar lo que García Lorca reflejaba en su obra: el tratamiento patético de las mujeres en España.
Pues bien, creo que el tratamiento y la mentalidad “destape” y patética sigue en el cine de ahora mismo. Dunia y Félix me dicen que creen que la mujer que decide desnudarse ahora hace uso de una libertad individual pero que la mirada del otro (¿el espectador?) no ha cambiado esencialmente. Yo añadiría que los que no han cambiado tanto son algunos directores. Estos “algunos”, como Aranda por ejemplo, pretenden hacerse pasar por “autores” de un cine definitivamente dedicado al arte que les es propio y a la profundidad de ideas. En realidad, sin embargo, resultan incapaces de deshacerse de la mentalidad “destape” y desnudan a las mujeres en pantalla con la sana intención de titilar al mismo tipo de espectador que hace treinta y pico años bajo la apariencia de liberar a ese personaje femenino y al público de una vez por todas. Hay directores y directoras (Isabel Coixet, Icíar Bollaín o Ayaso y Sabroso, entre otros) que son conscientes de esta manera de “destapar” a la mujer y, cuando aparece algún desnudo en sus películas, reflejan con nitidez lo que siente ese personaje que se desnuda (o al que desnudan) para otro dentro de la pantalla y para nosotros en el patio de butacas. Lejos de abogar por cualquier tipo de censura, lo que quiero es llamar la atención sobre las trampas de un tipo de cine. No todo vale en el arte; lo que nos degrada o nos excluye no puede ofrecernos ningún tipo de liberación. Los años desnudos habla precisamente de eso, de una liberación sui generis conseguida a pesar del “destape” que se practicó en la transición y que tantos adeptos parece seguir teniendo hoy en día.
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