Luis y Alexis Racionero – Premio Eurostars Hotels Narrativa de Viajes
[Literatura]
Por Marina Torné
En la invitación decía: «Mirando al mar. Fiesta de verano 2013. Grupo Hotusa». Y también: «Tenemos mucho que celebrar y queremos compartirlo contigo». El lugar escogido, la terraza del Eurostars Grand Marina Hotel, en la octava planta.
Entre otras cosas se celebraba el 40 aniversario del representante hotelero del grupo Keytel, así como los 35 años del grupo Hotusa, además del IX Premio Eurostars Hotels de Narrativa de Viajes.
A pesar de que el cielo anunciaba tormenta, y de la temperatura más bien fresca para esta época, contemplar la ciudad desde el octavo piso del hotel fue todo un lujo. El Grand Marina se eleva imponente para reivindicar la belleza de una ciudad que durante muchos años cerró los ojos a la fuerza a su puerto y a su mar.
Atónita ante una vista tan fantástica de Barcelona, identifico aromas de brea, de fuel y de sal, conmovedoramente familiares pero aderezados, en esta ocasión, con perfumes de paella, embutidos ibéricos, quesos, ostras, chocolate y otras maravillas de una cena deliciosa «mirando al mar».
Mientras contemplo el panorama reparo en que a mi derecha se halla uno de los ganadores del Premio de Narrativa de Viajes: Luis Racionero que está charlando con el presidente del grupo RBA, Ricardo Rodrigo. Felicito a Racionero. Me da las gracias. Le doy la mano y me estampa un beso en el dorso, a la antigua manera. Racionero me pregunta: «¿Nos conocemos?». «Todavía no, pero espero conocerle dentro de un rato porque me he propuesto entrevistarle», le contesto, «y a su hijo también, por supuesto».
Quedamos pues, para más tarde, después del cocktail.
El lugar escogido para la entrevista: una sala interior con un plasma de gran tamaño al fondo desde el que se retransmite el partido España-Italia. Luis Racionero se dirige hacia la pantalla con paso rápido y decidido y yo voy tras él. También le siguen su hijo Alexis, y Marisa, la reportera gráfica. La escena se me antoja ciertamente graciosa.
Le comento que «un hombre que ha sobrevivido a «un gran amor seis veces» y que dejó a la que tenía que ser la séptima «porque llegó tarde»… Se llama Isabel, ¿verdad?» Me dice que Isabel tiene un niño de tres años y que es muy feliz. «Entonces tuvo suerte Isabel. Escogió bien», le deslizo.
Luis Racionero se sonríe: «Es brasileña».
«¡Vaya! Cuando dice «brasileña», se le ilumina la mirada», le digo.
«¡Bueno! ¡Venga! ¡Empecemos!», se impacienta Racionero, mientras sonríe.
Pregunta: ¡Vamos al sofá un ratito, hombre!
Luis Racionero: ¡Nooo!
P: ¡Pero bueno, no me diga que no! Quisiera hablar tranquilamente con ustedes dos, padre e hijo, pero sentados en el sofá. Si han escrito un libro juntos, ¡no me diga ahora que tengo que hacerles una entrevista por separado!
Mientras tanto observo que Alexis Racionero se acomoda en el asiento del fondo mientras Marisa comprueba la luz.
L.R: Pero no podemos contestar los dos al mismo tiempo.
P: A la vez no, pero…
L.R: ¿Pues ya me dirá cómo?
P: Magia.
L.R: Si habla él, yo tengo que callar, porque si no, no se entenderá.
P: Eso sí, pero cuando la escriba, se entenderá perfectamente.
L.R: ¡Ah, bueno, eso sí!
Quiere saber dónde se publicará la entrevista. Le doy una tarjeta. Le comento que no soy famosa.
P: ¡Pues ningún problema! Eso quiere decir que puedes hacer lo que te gusta.
Y poco a poco, y con paciencia, nos vamos dirigiendo hacia el sofá.
«Lo he conseguido», arriesgo.
L.R: ¿El qué?
P: Que nos sentemos allá los tres.
L.R: ¡Bah!
Luis Racionero se sonríe.
P: No tiene mérito, ¿verdad?. Casi, casi, le he obligado.
Es evidente que aquí me arriesgo más.
L.R: ¡Bueno! ¡Va! ¡Venga! ¡Hagamoslo! Y tú, ¿dónde te colocas?
P: ¿Y si me siento entre los dos? ¿Qué le parece? A mi izquierda el «papa» y a mi derecha el hijo. Por cierto, Alexis, ¿»papa» o «padre»?
L.R: ¡Tira, tira, tira!
«Dios mío, ¡qué hombre tan impaciente!», pienso.
Alexis Racionero: «Papa», siempre «papa».
L.R: ¡Venga! ¡Tira!
P: ¡Ya voy! Un libro de viajes que va más allá…
L.R: Pues es eso. Hemos escogido lo que nos ha parecido más interesante sobre nuestros viajes para que la gente lo lea.
P: ¿Ha sido muy difícil ponerse de acuerdo?
L.R: Depende. Hay momentos en los que cuesta porque cada uno tiene su vida y claro, tienes que encontrar los momentos coincidentes, y cuando esto sucede, entonces todo resulta muy fácil.
P: ¿Está de acuerdo con su padre?
A.R: A lo largo de mi vida, he viajado tanto con mi padre que para mí las coincidencias en los viajes era algo habitual. Era más fácil «hallarlo» viajando que no durante la rutina.
P: ¿Y qué nuevas facetas de su padre ha descubierto a lo largo de sus periplos?
A.R: No demasiadas. Quizás que viajando sabe pasárselo mejor.
P: ¿El viaje le ha permitido en algún momento hallarse a sí mismo?
L.R: El error que no debe cometerse nunca es pensar que cuando estas mal, tienes que viajar para arreglarte, porque entonces el malestar te lo llevas contigo. Es decir, también te lo llevarás de viaje y lo pasarás mal. Yo creo que se debe viajar cuando uno está bien.
P: Como fumarse un porro.
L.R: ¿El qué?
P: Si estás mal y fumas, puedes tener un «mal viaje».
L.R: Evidentemente, evidentemente.
P: Fumar cuando se está bien.
L.R: Pues sí. Si nos ponemos así, evidentemente. Pues es eso.
A.R: En una ocasión tuve la suerte de que hice un viaje y el viaje me demostró que yo estaba mal.
P: ¿Un viaje en tren, como el del libro?
A.R: No. Fue durante un viaje a la India. Un lugar donde existe el mito de que cuando vas, te cambia la vida. A mí creo que no me la cambió porque fuese la India, sino porque había pasado por unas situaciones personales muy duras y además tenía la presión de grabar un documental. Allí estallaron estos dos factores y la verdad, este viaje casi me curó. Pasé por un momento muy malo, y mi padre lo sabe…
L.R: Sí.
A.R: Le llamé…
L.R: Sí, sí.
A.R: … pero después de aquel estallido…
L.R: Sí.
A.R: … todo volvió a recolocarse y todo marchó y, seguramente, si no hubiese hecho el viaje nada de aquello hubiera pasado. Pero no viajé sabiendo que no estaba bien, sino que la situación me la encontré allá.
L.R: Es un regalo del viaje. Es lo que tienen: las cosas inesperadas. Son los regalos que te hace el cielo, o el destino, o el demiurgo, o lo que sea. Te encuentras con cosas que no las podías de ninguna manera ni programar, ni esperar.
P: Tengo una amigo que dice que cuando viajas existen unos enanos escondidos en los lugares más sorprendentes para atizarte un bastonazo, en catalán: «garrotada seca».
L.R: Sí. Es el «Elle voit». Son los «enanos de los caminos». Esto ya está codificado. El viajero debe de pactar con ellos porque, igual pueden ayudarte, que desorientarte.
A.R: Los japoneses tienen los espíritus del bosque se se llaman «Ki», que es algo similar.
L.R: Y aquí también tenemos a los espíritus del bosque que se llaman…
P: «Follets»?
L.R: Sí, «follets».
P: Una pregunta que acostumbro a formular…
L.R: La última.
A.R: La penúltima.
P: Gracias. ¿Qué van a hacer con los 18.000 euros del premio?
L.R: Con una retención del 21 por ciento… O sea, que ya no son 18.000…
P: Pues con lo quede.
L.R: Quedan 15.000. ¿Qué te parece?
P: No lo sé.
L.R: ¡Hombre! ¡A ver! Si a 18 le quitas el 21 por ciento, ¿qué te queda? Te quedan quince mil. ¿Que qué haremos? Pues viajar.
P: ¿Y adónde?
L.R: Yo iré a Indochina en el mes de noviembre.
P: Quizás se encontrará con l’amant, porque yo lo estoy buscando y…
L.R: ¿Qué amante?
P: … me dijeron que vivía allá…
L.R: ¿Qué amante?
P: ¡Pues el de Marguerite Duras!
L.R: ¡Ah!
P: ¡Ay, ay, ay!
L.R: ¡Pero eso pasó cuando ella era pequeña!
P: ¡Bueno, bueno! Cuando era pequeña pero seguramente todavía estará por allí, ¿no?
L.R: (Ja, ja)
P: Pero ¿está allí o no?
L.R: ¡Seguro! Si Marguerite Duras lo encontró, tu puedes optar a todo.
P: ¡Vaya! ¡Pues qué bien!
Luis Racionero, que no ha dejado de espiar la pantalla a lo largo de la charla, salta de su asiento como si hubiera un resorte bajo el sofá.
P: ¿Le puedo dar un beso? Siempre pido un beso.
L.R: No… ¡Sí! ¡Dos! Encantado.
P: ¡Vaya! Su padre es un «crack».
L.R: Bueno, ya se sabe.
P: Dos visiones de viaje: la filosófica del padre y la cinematográfica del hijo.
A.R: La filosófica, la comparto. Viajando, somos diferentes. Cuando viajo, estoy buscando imágenes y pensando en documentales, y también en escribir, pero se nota que somos generaciones distintas. Al principio, también era un viajero cómodo, occidental, pero un día, gracias a un cámara amigo mío, y también viajando por el país donde yo me encontraba, me di cuenta que es muy importante interaccionar, y que no es tanto lo que ves, como la gente que conoces. En este sentido, mi padre, cuando viaja, es más «dandi», da más la imagen del europeo colonial, e intelectual.
P: Té en el desierto con vajilla de lujo.
A.R: ¡Sí, sí! Pero el día en que te das cuenta que tomarte un té de mierda, en una casa de mierda, con unos campesinos que no tienen nada que ofrecerte, pero que hay una sonrisa que aquí no hallas, te da algo que te llena el corazón. Esto a mí me gusta mucho.
P: Su padre ha dicho que irá a Indochina. ¿Usted también viajará con él?
A.R: Mi padre es un poco vampiro.
P: ¿Vampiro?
A.R: Que se fija en lo que hace su hijo y, en ocasiones, hace lo mismo. Quien decidió que Indochina era un buen lugar para viajar, fui yo.
P: ¡Ah!
A.R: Lo que pasa es que, ahora, él va tras de mí, aunque a mí también me gusta que, de vez en cuando, pueda darle ideas para que las siga él. Asia es una cosa suya. Por ejemplo, él es más de China y yo más de la India, y quien estuvo primero en Vietnam y Birmania, fui yo. Ahora está obsesionado con ir a Indochina. Yo también entiendo que tiene una edad, que no sé si tiene que ver con los intelectuales o no… Llegados a cierta edad dicen que van a hacer lo que realmente les gusta, y allá ha encontrado un mundo divertido, exótico, y sin tantas presiones y problemas como tenemos aquí.
P: ¿Cree que los viajes a la India están un poco «adulterados»?
A.R: Yo rodé un documental en la India y en el Tíbet, y una de las cosas que más me molesta es la actitud del occidental rico de ir allá y quedarse con la parte más superficial y promover sólo ésta, porque las cosas son bastante más profundas. No criticaría a Brad Pitt, Richard Gere y compañía porque, ciertamente, el Tíbet necesita ser escuchado, pero hay mucho más que esto. También, cuando se entra en el hinduismo, por ejemplo, te encuentras con cosas mucho más profundas que las modas que corren hoy en día y que parece que quieren transmitir que todo lo que viene de allá es igual de sano que una ensalada. Y tampoco es así. En la India existen castas, clasismo, miseria… Por esto es importante viajar. Para poder ver por ti mismo lo que ocurre. Yo también estuve en Cuba, con el mito éste de la Cuba comunista y… Es admirable el sentimiento de amor de la gente hacia Fidel Castro… Pero, bueno. A mi amigo más comunista le dije: «Ve a Cuba y después me lo explicas». Y cuando fue…
No sólo es una cuestión de política o de religiones. Lo que es importante es ir al lugar y conocerlo por ti mismo.
P. ¿Complicado escribir el libro?
A.R: No, porque no se trata de un viaje que hayamos hecho juntos, sino que, a partir de un viaje corto que hicimos juntos, planificamos el libro. La cuestión era poner en común nuestros viajes, los que hemos realizado a lo largo de nuestra vida.
P: ¿Un cierto strip-tease «around the world»?
A.R: Yo siempre digo que tengo una relación especial con mis padres. Ellos se separaron cuando nací y considero a mis abuelos Ragué como mis auténticos padres. Mis padres pueden ser unos irresponsables divertidos, amigos, cultos, con los que yo he tenido este tipo de relación. Supongo que esto ha facilitado la redacción del libro. Para mí, mi padre no es un señor que me ha prohibido cosas, sino que, más bien, ha sido un amigo mayor que he tenido durante toda la vida.
P: Incluso puede que él le haya dado algún empujoncito para espabilarle.
A.R: El empujoncito se lo he dado yo alguna vez a él.
P: ¡No me diga!
A.R: Alguna vez me ha tocado a mí hacer de padre…
P: ¡No me diga!
A.R: … y de decirle: «¡Mira, que esto no funciona así!».
P: ¡Vaya!
A.R: Probablemente, su generación ha tenido el privilegio de vivir de determinada manera y poder pensar que la vida era una cosa, pero la vida también son responsabilidades, hijos y abuelos a los que hay que cuidar…
P: ¿Envidia por alguna época que vivió su padre y usted no?
A.R: Mi prehistoria, y que es lo que yo estudié en mi tesis doctoral y de la que después surgió un libro. Yo salí de Berkeley y ellos pudieron estar en el Berkeley de finales de los sesenta. Vivir esto, me hubiera encantado. Pero también pienso que cada uno ha de vivir la vida que le toca. Cuando estudiaba pensaba que estaba muy bien bucear en los orígenes, pero no quieras vivirlos. Yo he tenido la suerte de vivir el cine de los setenta y para mí, que me dedico al cine, es algo fantástico.
P: El seudónimo «Richard Burton», digo yo que será cosa de usted.
A.R: Es de mi padre. «El ansia de vagar» es para mi padre una poesía de Cátulo y para mí «Los vagabundos del Dharma», de Jack Kerouac.
P: Su padre me daba un poco de miedo.
A.R: Yo soy más próximo.
P: Es que quería que le hiciera la entrevista mientras miraba el partido.
A.R: Es la edad.
P: Parece que la lleva estupendamente.
A.R: Es que vive y ha vivido muy bien.
P: Ha producido mucho y ha hecho un montón de cosas.
A.R: Sí, sí, claro. Ha escrito mucho y eso también es… mucho trabajo, pero ha vivido y vive muy bien.
Dejamos, pues, a los hinchas de la selección española con su anhelo de victoria, y al padre y al hijo sentados, esta vez sí, frente al televisor. Nos alejamos de la sala mientras los aficionados vibran al unísono, a cada patada certera y a cada error supuestamente fatal. El ascensor desciende las ocho plantas y nos deposita, suave, a ras de suelo. Mientras le damos la espalda al «World Trade Center», las luces de la noche, nos conducen hacia el final de la avenida. Puede que uno de los cruceros que está a punto de zarpar se lleve consigo el viaje de mi vida. La plaza de La Carbonera, mucho menos transitada que durante el día, se enrosca tozuda en la encrucijada de caminos. El vehículo que nos conducirá a casa no promete muchas aventuras aunque, en ese momento, siento que el destino del viaje nos lo dicta el corazón.
marina.torne@gmail.com
Barcelona, 27-06-2013
Entrevista realizada el 27-06-2013 en el Eurostars Grand Marina Hotel de Barcelona
Todas las fotografías: ©2013 Marisa Ferrer
Ver:
Fiesta entrega del IX Premio Eurostars Hotels de Narrativa de Viajes
Rueda de prensa
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Luis Racionero (la Seu d’Urgell, 1940) es una de las figuras más destacadas de la literatura española contemporánea. Licenciado en Ingeniería Industrial y en Ciencias Económicas en Barcelona, es doctor en Urbanismo por Berkeley. Es autor de obras de ficción y ensayo, tanto en catalán como en castellano, que han merecido numerosos premios, como el Anagrama de Ensayo, el Espasa de Ensayo, el Azorín, el Fernando Lara y el Premio Gaziel de Biografías y Memorias. Entre sus obras más destacadas se encuentran Filosofías del underground (1977), Cercamón (1982), Del paro al ocio (1983), La sonrisa de la Gioconda (1999), El progreso decadente (2000), Sobrevivir a un gran amor (seis veces) (2009) y Memorias de un liberal psicodélico (2011). Ha sido director de la Biblioteca Nacional de España y del Colegio de España de París.
Alexis Racionero (Barcelona, 1971) es licenciado en Geografía e Historia, doctor en Historia del Cine por la Universidad de Barcelona y obtuvo el grado superior de imagen y sonido en la USC de Los Ángeles. Profesor de Estética y Análisis Fílmico en la Escuela Superior de Cine y Audiovisuales de Cataluña (ESCAC), es realizador de cortometrajes y documentales, como Creadores, Rubbersoul y Railway to Heaven. Es autor de los libros El llenguatge cinematogràfic, Shanti, Shanti, viaje al norte de la India rodando un documental y California Dreaming: San Francisco hippie revisitado. Viajero empedernido como su padre, ha colaborado en la revista Altaïr y ha participado en programas de radio como Mundo Babel y Levando anclas. Es autor del blog de fútbol Pasión esférica (www.pasionesferica.com).