María Antonieta y el inicio de la privacidad – Mujer adorada y odiada

 

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Biblioteca Pública Arús, Barcelona
‘María Antonieta y el inicio de la privacidad’,  conferencia a cargo de Verónica Vives
25 de octubre de 2016

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Fotografías: ©2016 Marisa Ferrer P.

Organizado por Fent Historia, representada en este acto por María Isabel Gascón, coordinadora de la sección Grup d’història de les dones (Grupo de historia de las mujeres), ha tenido lugar el acto en las nobles instalaciones de la Biblioteca Pública Arús

¿Qué atrae de María Antonieta? Con esta pregunta ha iniciado la conferenciante su disertación, después de confesar haberse sentido atraída por ese personaje histórico desde que durante sus estudios de primaria lo oyó mencionar. Dice haberse sentido asaltada por la curiosidad ante una frase que la impactó, al oír de labios de una profesora que esa mujer había arruinado Francia. Una vocación temprana por averiguar para saber, presente a través de los años y de los estudios e investigaciones de otra índole.

Verónica Vives, es doctora en Filología por la Universidad de Barcelona, licenciada en Filosofía por la Universidad de Uruguay y especialista en el siglo XVIII francés en mobiliario, historia del libro, artes decorativas y en especial de la vida y el entorno de quien llegó a ser reina de los franceses en una época de grandes cambios sociales y políticos que afectaron a Europa entera. Es además autora de la catalogación de los fondos hebreos de la Biblioteca de Versalles; miembro de la Asociación Jean-Jacques Rousseau de Ginebra, de la Asociación Château de Versailles y de la Asociación Marie-Antoinette, de París.

La doctora Vives explica la imposibilidad de abordar la charla sobre esta reina como un ser singular e independiente de su época, ni la de intentar abarcar la totalidad de su personalidad, que sobresale con fuerza por las circunstancias que le fue dado vivir. Por tanto ha titulado su discurso María Antonieta y el inicio de la privacidad. Una privacidad desconocida hasta entonces en el entorno de las cortes europeas. Las vidas de los monarcas eran públicas en sentido estricto; cuanto decían y hacían tenía siempre espectadores, vehículos de transmisión hacia estamentos externos a la vida cortesana. Todos sus actos, incluso aquellos demandados por la fisiología, eran susceptibles de ser mostrados para ser contemplados.

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Fotografías: ©2016 Marisa Ferrer P.

Como en las modernas publicaciones sobre los dimes y diretes de las personas relevantes en la sociedad de hoy en día, las actividades, palabras, actitudes de los reyes y de su corte pasaban a formar parte de las conversaciones del público en general, y a ser modelo a imitar por parte de la plebe.

María Antonia Josefa Juana de Habsburgo-Lorena, o María Antonieta de Austria, gentilicio del que no pudo desprenderse en toda su vida, última reina de Francia, alabada por unos y vilipendiada por otros, como acostumbra a suceder con quienes han dejado una huella indeleble de su paso, vivió en una época trascendental de la Historia y su comportamiento, tachado de frívolo por muchos, marcó lo que hoy llamaríamos tendencia, por lo que se refiere a vestuario, costumbres y mobiliario.

Lo que vivió, lo que hizo o lo que no, lo que dijo o dejó de decir, sus hábitos, sus ideas… todo ha sido estudiado al máximo detalle gracias a la gran cantidad de estudiosos especializados en cada aspecto de cuanto merece el interés general. A María Antonieta ha habido quien la ha adorado y quien la ha odiado, pero lo que no ha habido es alguien a quien su personalidad haya resultado indiferente. Muchos son los que han estudiado su trayectoria convirtiéndola en uno de los personajes más investigados de la historia; grandes universidades le han dedicado secciones exclusivas y los especialistas se cuentan por decenas. Clara muestra de ello son las multitudes que se apelotonan en Versalles ante su habitación o ante sus pertenencias y nada parece indicar que la afición por su recuerdo llegue a desaparecer.

Nació en el palacio imperial de Viena el 2 de noviembre de 1755 del que solo salió con motivo de su enlace con el delfín de Francia y futuro rey, Luis XVI. Su paso por Estrasburgo significó dejar atrás todos cuanto había conocido hasta entonces; debió deshacerse incluso de su ropa y de su mascota para convertirse, por lo menos en apariencia, en un auténtica francesa. Y así se casó en mayo de 1760 en la capilla real, la que entre el pueblo era llamada “la austríaca”.

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Fotografía: ©2016 Marisa Ferrer P.

La creciente especialización en las investigaciones sobre su vida, ha dado lugar al estudio de aspectos detallados como, por ejemplo, la circunstancia de establecer asociaciones con la desgracia en dos fechas trascendentales de su vida. El día anterior al de su nacimiento, un violento terremoto sacudió la ciudad de Lisboa, y en su firma del acta matrimonial, aparece un borrón de tinta como señal de mal agüero. Sin embargo, la primera parte de su vida transcurrió entre el lujo de la corte de Viena, primero, y el boato de las de Versalles, después, permaneciendo ajena a las calamidades que azotaban a su pueblo, simiente que habría de desembocar en su trágico final.

Los primeros tiempos del matrimonio, ambos adolescentes y según los biógrafos algo torpes, no dieron el fruto deseado, hijos, que se hicieron esperar hasta 1778, después de haber circulado rumores de todo tipo sobre la incapacidad de la pareja para engendrar.

Fue entonces cuando la reina dio muestras de su carácter al anunciar no estar dispuesta a dar a luz a sus futuros hijos en público. Su decisión de adoptar como residencia particular el pequeño Trianon, acompañada por un limitado grupo de cortesanos y aislarse así de la bulliciosa corte, fue otra señal de que el concepto privacidad iba a extenderse bajo su influencia. Según los investigadores, decía que allí era ella misma porque no se sentía observada.

Sigue Verónica Vives con la cuestión de la alfabetización del pueblo bajo el reinado de Luis XVI y María Antonieta, citando a Robert Darnton, especialista en el siglo XVIII francés y en la historia del libro.

En la Francia dieciochesca, París tenía casi setecientos cafés, donde se reunían sus ciudadanos para pasar las horas conversando. Pero ¿sobre qué conversaban los franceses de aquel entonces? se preguntó Darnton. Y por medio de sus investigaciones llegó a la conclusión de que una buena parte de las conversaciones se referían a las relaciones sexuales. Verónica Vives nos cuenta que la teoría de este académico se basa en que, así como en la vecina Inglaterra, en los bares y cafés se acostumbraba a debatir sobre las noticias publicadas en la prensa, ésta llegó a Francia más tarde y, en cambio, las ediciones francesas de libros eróticos eran de alta calidad literaria y estética, con ediciones muy cuidadas y trabajadas. Esto fue lo que dio lugar a que la mayor parte de los hombres de esa época, aficionados a las tertulias en lugares públicos, conversaran sobre esos libros que, de paso, contribuyeron a su alfabetización.

El mundo de la cultura estaba representado por la Marquesa de Pompadour, amante oficial de Luis XV, y depositado en las bibliotecas, en forma de mapas, partituras… y, por supuesto, libros, de los cuales no todos eran accesibles al público en general, conservándose los que permanecían vedados en lo que se llamaba “l’Enfer” (“el Infierno”), cuya consulta estaba vedada a la mayoría.  

Algunos de estos libros formaban parte de las bibliotecas de los nobles y, como tal, María Antonieta poseía varios. Algunos volúmenes contienen ilustraciones, dibujos que facilitaban la comprensión de los textos. Los panfletos también servían a este efecto y, en ellos, los personajes objeto de la curiosidad del público, en ese caso la pareja real de Versalles, aparecen reproducidos y caricaturizados; por ejemplo María Antonieta aparece animalizada y Luis XVI ridiculizado.

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Fotografías: ©2016 Marisa Ferrer P.

Otra característica de esos años es el cambio progresivo en la forma de leer. Anteriormente, la lectura era una actividad colectiva; estaba la figura del lector y la del oidor u oidores, una persona leía en voz alta y la otra u otras, escuchaban, siempre en el interior de las casas y palacios. Aparecen las mesas, los brazos de sillas y butacas para sostener el libro que se lee ya a solas y en el exterior.

Los lectores leen en silencio en jardines, a la sombra de los árboles, en los veladores, en los cafés… el libro pasa de ser un objeto acariciado, manoseado, sostenido por las manos, a ser manejado a distancia, en la superficie de una mesa o descansando en el reposabrazos de un asiento. Hay crónicas que dicen que María Antonieta leía en el Trianon, aislada, sola y en voz baja.

Porque, en contra de quienes alegan lo contrario aduciendo su falta de formación y baja capacidad intelectual, la reina leía, y no son pocos los expertos que defienden su dominio de la lengua francesa, mucho mejor que la del mismo Napoleón, a pesar de no ser francófona. En todas sus residencias poseía una biblioteca y, por tanto, también en Versalles, que aunque diezmada durante la Revolución, contenía numerosos ejemplares y un departamento secreto para los libros prohibidos, entre los que se contaban las obras del Marqués de Sade y reproducciones de los frescos de Pompeya.

Aprovecha la conferenciante para romper una lanza en favor de Sofía Coppola, alabando el trabajo de documentación previo de la directora, para mostrar en el film un fiel reflejo del entorno y la persona de la reina.

Verónica Vives se adentra en la tercera y última parte de su charla, para hablar de la higiene y el uso de perfumes, en un país vanguardista en cuanto a su fabricación.

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Fotografía: ©2016 Marisa Ferrer P.

En aquel tiempo, la belleza no estaba asociada a la higiene. No existía la costumbre de bañarse, aunque se empezó a introducir el bidet entre las damas, más como una moda y con otras connotaciones, no tanto como un elemento para el aseo personal. No era extraña la colocación de una cama en la misma estancia que la bañera, debido a la creencia de que era una actividad agotadora que demandaba un inmediato reposo. A falta de jabón, el agua para el baño se perfumaba con pétalos de flores y su práctica era más un hábito exótico, una moda para darse buen tono social. El tocador formaba también parte del mobiliario y, curiosamente, el orinal, colocado a la vista como un componente más de los objetos de tocador, algo impensable desde el punto de vista moderno.

Los jardines de Versalles, con su trazado geométrico y amplias avenidas eran una especie de escenario por donde paseaban los cortesanos para ver y dejarse ver. Por entre sus casi dos mil fuentes y diversos pabellones, la nobleza competía entre sí por lucir sus mejores galas. María Antonieta, muy aficionada al teatro y a los disfraces, se hizo construir una granja para poder interpretar el papel de granjera, vistiéndose en consonancia para pasear por ellos. Disfrutó de la compañía de sus amantes, de las tertulias con sus seres queridos más próximos, de las representaciones teatrales… Fue y es el espejo en el que se miran millares de mujeres entonces y ahora; vivió en el lujo y para el lujo hasta que los acontecimientos políticos cercenaron con violencia aquel modo de vivir, y la obligaron a asumir un destino nunca imaginado cuando desde casi niña cruzó los límites del que iba a ser su reino. Quizá ese final trágico haya contribuido a convertirla en un mito, quizá lo hubiera sido igualmente de haber muerto de vieja. Nunca se sabrá.

 

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Marisa Ferrer P.
Barcelona, 25-10-2016   

 

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