Sus sueños V – Sofía Alonso diseñadora gráfica
[Relatos]
Nessun dorma
© Marisa Ferrer P.
Está claro que el invento de Gutemberg revolucionó en el siglo XV lo que podríamos llamar el arte de la comunicación y los escritos, antes copiados e ilustrados con fervor artesanal por copistas y miniaturistas, absortos junto a tenues fuentes luminosas en las entrañas de monasterios y castillos, alcanzaron una difusión que nadie podía siquiera intuir en los siglos precedentes. Éste, entonces, lento trabajo de ordenar textos y, si convenía, incluir imágenes, fue adquiriendo carta de naturaleza y en los inicios del siglo XX, con la fundación de la escuela alemana Bauhaus, se sentaron las bases de lo que hoy se conoce como diseño industrial y gráfico.
Mis primeros recuerdos sobre esta profesión se sitúan en la época en que muchos jóvenes deseaban ganarse la vida sin tener que estudiar una de las carreras «de toda la vida», y se afanaban en la búsqueda de algo diferente en los centros docentes pioneros en organizar cursos de lo que entonces se conocía como «nuevas profesiones». De sus aulas salían decoradores, escaparatistas, azafatas, guías turísticos… gentes que obtenían un título que exigía menor esfuerzo, ofreciendo sin embargo buenas perspectivas profesionales. Y entre ellos, por supuesto, el de diseño.
Hubo quien tardó algún tiempo en comprender que para desenvolverse en el mundo laboral no era imprescindible ser médico o abogado, lo que unido a la ingenuidad de muchos y la malicia de algunos puso en boga la pregunta ¿trabajas o diseñas? como si esta nueva actividad no fuera productiva, lo que en determinadas ocasiones podía minar la moral de algunos. No fue ni mucho menos ése el caso de Sofía Alonso.
Menuda pero vital, apasionada pero no descerebrada, nunca ha dejado apagar la llamita que prendió en ella. Desde sus primeros trabajos, jóvenes pero decididos, siempre ha estado alerta, adaptando las diferentes tendencias del diseño gráfico a su personal estilo.
Era muy joven cuando cambió la B de Bilbao por la de Barcelona, pasando antes por la villa y corte, atendiendo una llamada interior que la empujaba a cambiar de aires, una inquietud que la hizo abandonar el profundo verde del norte para buscar en otros lares un equilibrio emocional que entonces necesitaba. Ella dice que enraizó en la ciudad condal porque encontró trabajo, pero quizá de forma inconsciente se dejó llevar por su instinto, que la aconsejó quedarse en la costa mediterránea y sumergirse en la dorada luz de sus atardeceres veraniegos… o se impregnó del aroma de las flores de las Ramblas… o quizá bebió de la fuente de Canaletas y fue víctima del hechizo que, según la leyenda, obliga a volver a aquéllos que prueban su agua… el caso es que no solamente volvió, sino que se quedó.
Sus primeros tiempos fueron de exploración; hacerse con sus calles y sus gentes fue prioritario pero no lo único. Se atrevió con todo tipo de trabajos, desde camarera hasta choferesa de coches de alquiler, pasando por profesora de dibujo técnico, pero su instinto la iba conduciendo, aun sin saberlo, hacia aquellos lugares que le convenía conocer. Se perdió por las calles antiguas y tortuosas del barrio gótico y se dejó impregnar de su historia, añorando las del casco viejo de su ciudad natal.
La conocí despacio, de lejos, por su nombre, por su trabajo… la veía pasar con su expresión habitual de concentración, cuando no está para nada ni para nadie. Su colaboración con editoriales era parte de su actividad y sus diseños de cubiertas de libros, páginas, imágenes corporativas… llegaron hasta mí a través de mi compañero de mesa, que la requería a menudo cuando se planteaba un nuevo proyecto editorial; él tenía razón cuando cantaba maravillas de lo que hacía ella. Da la impresión de convertir todo lo que ve en clave gráfica; y lo que oye. Sabe interpretar los deseos de quien le encarga un trabajo no tanto por lo que le dicen como por lo que percibe y, aunque sus primeros esbozos deban sufrir el proceso habitual de adaptación a los criterios del cliente, rara vez hay que recomenzar. Ha pasado tiempo —mucho o poco, según se mire— desde que empezó en una pequeña imprenta a diseñar folletos utilizando Letraset y papel canson y ahora su herramienta básica es un ordenador. O sea que, además de estar pendiente de las tendencias estéticas debe estar al día de los programas informáticos, renovarlos cuando toca para aprovechar las nuevas tecnologías y utilizarlas de forma adecuada en beneficio de su trabajo; no repetirse, hacer que aquello que casi es rutina parezca siempre nuevo, actual, renovado…
Su pasión no se limita a su profesión. Cuando el trabajo y la familia aflojan la presión se permite auténticas escapadas a sitios, no recónditos porque hoy en día no existen, pero sí con carácter, ambientes que le brinden espacio para meditar, sosegarse, observar… y volver a la cotidianeidad renacida, exultante por las experiencias vividas fuera de su entorno habitual.
Parte de esas experiencias viajan de vuelta con ella, en forma de imágenes prisioneras en los chips de la cámara y que, una vez recuperadas por la magia informática, no necesitarán grandes retoques pues su mirada está más que entrenada en la apreciación de encuadres, colores y formas. Cuando oprime el disparador, ya sabe qué es lo que quiere expresar.
La ópera también merece su atención. Recuerdo una de nuestras charlas que derivó hacia este tema del que yo soy una absoluta ignorante y ella una ardiente aficionada, tanto, que cuando empezó a hablarme de la que pensaba ir a ver en breve por enésima vez, se transfiguró: sus ojos brillaban y era tal la energía que desplegaba explicándome la trama que me sentí transportada al teatro; podía ver a Turandot, la exótica principessa di gelo, deshaciéndose de sus pretendientes sin ningún pudor; podía oír al príncipe Calaf cantando la famosa aria después del edicto que prohíbe dormir a nadie en el reino… El fervor lírico de los próceres novecentistas que fundaron los que entonces eran dos teatros de ópera rivales en la Rambla barcelonesa perdura en ella, sin duda alguna.
Compañera de sus hijas, amiga de sus amigos, inquieta “por defecto”, “sale y vuelve a entrar” cuando las cosas se le tuercen… tiene sus momentos de desaliento y de dudas, como todos pero, a la vez, sabe que no hay que desfallecer y que se debe permanecer alerta a lo que la vida ofrece porque siempre hay algo que merece la pena y lo apreciará si se mantiene alerta, despierta. Y no piensa perdérselo.
Otros sueños:
Sus sueños I – La farmacéutica Maite
Sus sueños II – Lupe Arroyo y sus pinturas
Sus sueños III – ‘Casablanca’ una boutique en la ‘Blanca Subur’
Sus sueños IV – Àngels Arroyo – Cuando el oficio se convierte en arte
Sus sueños VI – Kima Guitart entre sedas y anilinas
Sus sueños VII – Pan y noticias
Sus sueños VIII – Ca la Manuela
Sueños IX – Dulce maquillaje – Su ‘in Sweetland’
Fotografías:
©2010 Marisa Ferre P.
1 – 24-05-2010