Sus sueños II – Lupe Arroyo y sus pinturas

 

[Relatos]

 

Óleo sobre lienzo

© Marisa Ferrer P.

 

 

Siempre he envidiado a quienes tienen talento natural para dibujar, quizá porque yo nunca lo he tenido. De niña, aprobaba dibujo por los pelos, y eso gracias a ventanas y papeles transparentes que me permitían pergeñar la base, al menos, de un dibujo más o menos presentable a la profesora de turno – entonces no conocía el arte abstracto…

Ya sé que esta falta de habilidad afecta a un alto porcentaje de gente, pero me hubiera gustado heredar un poco de esa destreza que ya tenían algunos habitantes de la Tierra en el Paleolítico, hace unos 40.000 años. En cambio, Lupe* sí que la tiene y la usa para pintar.

La conocí cuando estaba acabando su carrera de Bellas Artes, estudios que le sirvieron para encauzar su talento natural. A los quince años ya iba a seguir las clases que se impartían en los pisos superiores de la Casa Llotja de Mar, uno de los mejores edificios del gótico civil en doble planta del Mediterráneo. Había nacido en pleno barrio del Raval, muy cerca de una popular plaza formada en el cruce de varias calles, antiguos caminos que conducían a la ciudad amurallada y que circundan la capilla románica superviviente del antiguo hospital de leprosos de mediados del siglo XII.

Ya entonces era una persona pausada y reflexiva. Empezaba a dar sus primeros pasos con los pinceles atendiendo a la vez su casa y a su familia – se había casado y tenido una niña- con la energía que da la juventud. Compaginaba perfectamente su vida personal con su profesión. Yo admiraba su entusiasmo por la pintura y especulaba con la idea de estar presente cuando inaugurara su primera exposición. ¡Como si eso fuera tan sencillo!

Al cabo de un tiempo perdimos el contacto. Los vaivenes de las relaciones juveniles nos separaron durante bastantes años; los suficientes para pensar que no volveríamos a vernos. En el comedor de casa quedó uno de sus primeros e inacabados cuadros: sobre un fondo azul intenso un desnudo femenino de perfiles sinuosos e indefinidos.  A menudo me preguntaba que habría sido de ella; si conservaría ese estilo tan suyo, si habría ido cambiando, si seguiría pintando… pues ésta no es precisamente una profesión fácil. Otros vaivenes, los de las mudanzas, estropearon la pintura de manera irrecuperable.

Un buen día me enteré por un amigo común de que exponía en una población cercana. No era, ni muchos menos, su primera exposición, aquélla a la que yo hubiera querido asistir; tampoco existía ya la amistad que nos había unido durante tanto tiempo. Pero se trataba de Lupe. Y fui.

Ya desde lejos pude apreciar que aun se mantenía fiel a una de sus primeras características, cuadros grandes, muy grandes comparados con las dimensiones de un piso medio como el mío; no hubiera sabido dónde colgarlos. Mis antiguos temores sobre su posible abandono de la paleta se desvanecieron al instante. Lo que veía era solamente una muestra de su trabajo y, aunque no entiendo de pintura, he visto bastante: me gustó. Después, he asistido a otras muchas de sus exposiciones.

La figura femenina sigue siendo fundamental, pero no se limita a ella. Viajar es una de sus aficiones y en sus telas toma forma su particular visión de los lugares visitados. En una época le dio por la música y la danza, inmovilizando en sus lienzos a parejas danzantes o pianistas, trompetistas y saxofonistas. En otra, los ancianos eran protagonistas, o los niños. Recuerdo especialmente la cabeza de uno, de tres cuartos, moreno, carirredondo y mofletudo, con una mirada reflexiva y ausente. Vendido.

Siempre cambiante, siempre en evolución, pero sin perder su estilo, Lupe ha superado las dificultades, tuvo otra hija, ha perseverado, sigue en la brecha, y no solamente con la pintura; ha experimentado y experimenta con otras muchas cosas; pregunta, observa, estudia, absorbe, reflexiona, aprende. Después, lo aplica a sus cuadros. La realidad que muestran los temas de sus telas es diferente. Como artista que es, su mirada la tamiza, sus colores la realzan, o la difuminan. Cada uno de sus viajes, una conversación entre amigos, la lectura de algún libro, una mirada, una actitud, todo influye, todo cristaliza después en su obra. Y yo, sigo esperando descubrir cuál de entre todos ellos es “mi cuadro”.

 


*Lupe Arroyo  

Interesados en la obra:
e-mail: info@39ymas.com 

 

Otros sueños:

Sus sueños I – La farmacéutica Maite     

Sus sueños III – ‘Casablanca’ una boutique en la ‘Blanca Subur’   

Sus sueños IV – Cuando el oficio se convierte en arte      

Sus sueños – V

Sus sueños VI – Kima Guitart entre sedas y anilinas        

Sus sueños – VII

Sus sueños – VIII   

Sus sueños IX – Dulce maquillaje – Su ‘in Sweetland’   

 

Todas las fotografías: ©2009 Marisa Ferrer P.

 

 

 

 

1 – 07-06-2009