Pilates – Un instructor implacable y mi decisión de desistir

 

[Relatos]  

Como muchas otras mujeres de mi edad voy a hacer Pilates tres veces a la semana. ‘Pilates’, aunque suene a traidor bíblico, es el nombre de quien ideó una manera de hacer ejercicio muscular, respiratorio y de concentración.

A partir de ahí, cada instructor lleva la cosa como le venga en gana (he teindo tres y no coinciden ni en método ni en aspiraciones).

El que me ha tocado en suerte esta temporada quiere que nos convirtamos todas (somo mujeres todas las de su grupo) en focas navales. Ya sé que sonaría mejor que dijera ‘navy seals’, pero sería andarme con rodeos y (después de una sesión con mi ‘señor, sí señor’) no me queda aliento para dar una vuelta más.

 

Un instructor muy ‘duro’

Como iba diciendo, nuestro instructor tiene su librillo y en éste el lema es ‘la letra con sangre entra’ que, traducido a Pilates, significa: ‘si no te retuerces de dolor, el ejercicio no cuenta’.

Hasta la última sesión no me había dado cuenta de que yo, por muchas razones, no quiero ser foca de la armada ni de ningún cuerpo de élite marino o terrestre.

No aspiro a nadar 500 yardas (un poco menos de 500 metros) en 9 minutos y medio (la media óptima de los navy seals fetén), ni resistir sin rechistar 75 flexiones.

Me conformo con que mi cuerpo vaya derecho y que mis lorcitas no tiemblen demasiado. Pero al instructor mis aspiraciones le parecen excesivamente modestas, casi ridículas y definitivamente despreciables.

La última vez que le vi fue cuando me rendí y abandoné mi puesto en las trincheras. Nos había castigado todos los músculos hasta el dolor y, en el momento en que estábamos todas cogiendo aliento, anunció que aquello no había sido nada comparado con lo que se nos echaba encima.

Mi momentánea epifanía (tengo que salir de aquí ya mismo) se vio enturbiada por la mirada de incomprensión del instructor, algo a caballo entre ‘qué le pasa a ésta’ y ‘no aguantan nada’. No sé si mañana me encontraré en el gimnasio con una corte marcial esperándome para declararme inútil como foca sin adjetivos.

 

 

María Donapetry
mariadonapetry55@gmail.com

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1 – 05-02-2018