Victoria Camps – ‘Tiempo de cuidados’ – El cuidado, valor universal
En ‘Tiempo de cuidados’, la autora pone de manifiesto que cuidar no es un deber solo femenino, sino democrático. En las familias, los cuidados deberían repartirse entre hombres y mujeres
[Cultura – Ensayo / Activa tu Salud]
Victoria Camps, en su libro ‘Tiempo de cuidados – Otra forma de estar en el mundo’, editado por Arpa Editores, defiende la importancia del cuidado como valor cívico, democrático y universal: hacia nosotros mismos, hacia los demás y hacia el Planeta.
Hace unos años el cuidado era un concepto filosófico sin importancia. Hoy es tan esencial como el de justicia. O como el feminismo.
La ética del cuidado se ha convertido en un tema central y perentorio a raíz de la pandemia de la Covid-19.
Un virus nos ha obligado a aceptar limitaciones que nunca hubiéramos imaginado, nos ha hecho un poco menos arrogantes y seguros de nosotros mismos.
Toma de conciencia
Hay que reconocer que existe un derecho a ser cuidado y un deber de cuidar que no admite excepciones, que afecta a todo el mundo y cuya responsabilidad ha de ser asumida individual y colectivamente.
‘Tiempo de cuidados’ se propone acallar las voces que aún se resisten a colocar el cuidado en un lugar prominente.
Privilegiar categorías masculinas en detrimento de otras consideradas femeninas, o mantener esa división binaria que distribuye las funciones de cada género, implica mantener el patriarcado y debilitar la democracia.
Como dice Carol Gilligan: “En un contexto patriarcal, el cuidado es una ética femenina; en un contexto democrático, el cuidado es una ética humana”.
De la introducción del libro
Hasta hace apenas cincuenta años a nadie se le había ocurrido pensar que el cuidado fuera un concepto digno de estudio.
Los cuidados tenían lugar en el hogar, donde siempre había una o varias mujeres que ejercían el papel que les correspondía de atender a sus hijos, esposos o padres.
En los hospitales, las enfermeras asumieron desde que se creó el cuerpo la función auxiliar de cuidar a los enfermos cuyas dolencias más graves eran tratadas por profesionales de la medicina.
Los servicios sociales destinados al cuidado de las personas más desamparadas nunca han sido el plato fuerte del Estado de bienestar.
La organización social de los cuidados ha sido sobre todo atendida por asociaciones y entidades caritativas que han suplido y siguen supliendo las carencias de las instituciones públicas.
El cuidado como obligación familiar
La necesidad de cuidados ha existido siempre, pero no se cuestionaba quién debía hacerse cargo de ellos. La respuesta era más que obvia:
El cuidado era una obligación de la familia y, en casos desesperados, de organismos públicos o sociales que ejercían la beneficencia acudiendo en auxilio de los más desfavorecidos.
Fueron algunas feministas, seguidoras de un estudio de Carol Gilligan que hizo época, las que empezaron a pensar sobre el cuidado como un valor que no podía ser ignorado por más tiempo.
Cuidar no era un deber solo femenino, sino democrático. En las familias, los cuidados debían repartirse entre hombres y mujeres porque nada hace a estas últimas especialmente dotadas como cuidadoras.
Por su parte, el sector público debía contemplar entre una de sus obligaciones más perentorias la de dispensar directamente o proporcionar instrumentos para que los cuidados pudieran ejercerse, en el ámbito familiar o fuera de él, de forma equitativa y justa para atender a todas las necesidades. […]
Qué ha tenido que ver la pandemia de la Covid-19
La pandemia de la Covid-19, como todas las crisis, tiene algunos elementos positivos que conviene aprovechar.
Yo misma quizá no me hubiera decidido a escribir este libro sobre la ética del cuidado si los varios confinamientos que estamos sufriendo no me hubieran regalado un montón de horas extras con las que no contaba para poder leer y escribir sobre el tema.
Un tema que, por otra parte, se ha convertido en más central y perentorio a raíz de la pandemia.
La conciencia de fragilidad y vulnerabilidad del ser humano ha sido uno de los rasgos más comentados, debatidos e interiorizados por todos en este tiempo catastrófico que nos ha tocado vivir.
Un virus inesperado ha puesto al mundo entre paréntesis, ha trastocado las formas de vivir, nos ha obligado a aceptar limitaciones que nunca hubiéramos imaginado, nos ha hecho un poco menos arrogantes y seguros de nosotros mismos.
En el ámbito de la teoría, esta toma de conciencia debería conducir a un cambio de paradigma o a un marco mental distinto, por el que en lugar de concebirnos como sujetos autónomos, racionales y capaces de dominar cualquier fenómeno adverso, nos viéramos también como seres interdependientes y relacionales, empáticos con los semejantes y atentos a los requerimientos del planeta que estamos deteriorando.
Victoria Camps
Victoria Camps Cervera (Barcelona, 1941), cursó el bachillerato en el Colegio del Sagrado Corazón de Barcelona y en 1964, se licenció en Filosofía y Letras por la Universidad de Barcelona, universidad a la que quedó vinculada como profesora ayudante, desde 1964 hasta 1967.
Fue en este año cuando viajó a Baltimore donde dio clases de lengua española. En el 1971 se incorpora como profesora ayudante en la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB).
En 1975 se doctoró, en esta misma universidad, con la tesis ‘La dimensión pragmática del lenguaje’ bajo el magisterio de entre otros filósofos y pensadores, José Luis López Aranguren y José Ferrater Mora.
Con posterioridad ejerció la docencia, de manera ininterrumpida, en la UAB, desde 1972 como profesora y desde 1986 como catedrática de Ética y de Filosofía del Derecho Moral y Político. Entre 1990 y 1993 fue vicerrectora de dicha universidad.
Investigaciones en bioética
En 2001 vuelve a EE. UU., esta vez visita el Hastings Center (Garrison, Nueva York) y la Universidad de Chicago donde investiga sobre bioética.
Victoria Camps es autora de una serie de ensayos filosóficos que reflejan sus principales preocupaciones y campos de actuación en cuanto que pensadora ética.
Éstos abarcan el planteamiento de la democracia y del estado del bienestar desde concepciones cercanas a la socialdemocracia (es indudable la influencia del filósofo estadounidense John Rawls, o del catedrático de Ética Javier Muguerza).
Y también el papel de los medios de comunicación en la sociedad desde un punto de vista ético, el diseño y gestión de la enseñanza y, más recientemente, los asuntos relacionados con la bioética.
Méritos y premios
Victoria Camps, además de haber sido miembro del primer Comité de Bioética de España, ha participado en los comités éticos del Hospital del Mar (1993-1996), del Hospital Universitario Valle de Hebrón y de la Fundación Esteve de Barcelona.
Por su conocimiento de las cuestiones éticas que envuelven la gestión de los medios de comunicación de masas formó parte del Comité del Audiovisual de Cataluña, a cuya vicepresidencia accedió en 2004.
En la actualidad es miembro de la Fundación Víctor Grifols i Lucas y miembro del Consejo de Redacción de las revistas Isegoría (del Instituto de Filosofía del Consejo Superior de Investigaciones Científicas).
Ha dirigido la colección de filosofía de la Editorial Crítica, ha sido miembro del consejo de redacción de las revistas ‘Segovia’, ‘Letra Internacional’ y ‘Leviatán‘, y también es miembro del Foro Babel.
Durante su carrera ha obtenido premios como el Premio Espasa de Ensayo 1990 por su libro ‘Virtudes públicas’, el Premio Josep Maria Lladó (1999), el Premio al Mérito en la Educación 1999 concedido por la Junta de Andalucía, y el XXII Premio Internacional Menéndez Pelayo (2008).
También el Premio Nacional de Ensayo 2012 por ‘El gobierno de las emociones’, es Doctora Honoris Causa por la Universidad de Salamanca y Doctora Honoris Causa por la Universidad de Huelva.
Departamento de prensa
Arpa Editores
cristina@arpaeditores.com
Imagen principal: Fotografía de Victoria Camps: © Marisa Ferrer P.
Portada del libro
Fotografía de Victoria Camps: Sociedad Internacional de Bioética
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